Esta semana nos hemos enterado por Diario de Mallorca que los jardines y el huerto de Natzaret, del barrio del Terreno, se abrirán al público en breve. Se podrán ver de forma gratuita durante cuatro horas diarias: de lunes a viernes de 10 a 14 horas. Todavía no se conoce la fecha de apertura de los jardines, parece que será próxima.
Es una gran noticia recuperar unos jardines para el disfrute público y más si se tratan de unos jardines tan emblemáticos como estos.
Los jardines de Natzaret, ahora un tanto olvidados fueron uno de los motivos más reproducidos por la pintura de finales del siglo XIX, además de por la fotografía e incluso por la cerámicas de La Roqueta. Este espacio privilegiado era el mirador por excelencia de la ciudad y de la bahía de Palma. Todo artista e ilustre visitante de la ciudad se dejaba caer por ellos como fue el caso del Archiduque Luis Salvador.
Pero no es este el único personaje relacionado con los jardines y la finca a la que pertenecen, cuyo nombre es “El Terreno” al igual que el barrio al que pertenecen. Y es que esta finca perteneció al Cardenal Despuig que la compró en 1805, con la intención reunir allí las piezas de su magnífico museo, las cuales finalmente acabaron depositadas en la finca de Raixa.
Algunas fuentes dicen que el barrio debe su nombre a la finca, aunque parece que el origen del nombre está en el término “El terreno del Real patrimonio” que era la zona que rodeaba el Castillo de Bellver.
Las casas prediales de El Terreno todavía se conservan, muy modificadas, y son conocidas actualmente como Can Rubert o Natzaret, nombre, éste último, que surgió en 1923 al convertirse la casa en un colegio que llevaba ese mismo nombre que vendría a convertirse en la actual fundación Natzaret.
Os animamos a que cuando la apertura sea oficial cojáis vuestras cámaras o pinceles y os animéis a retratar este espacio y la bahía recordando otras vidas y otras épocas…
«Aquella situación era ciertamente una pequeña aventura, sin embargo el desconocimiento tanto de la historia de aquellas refugios en la roca como en general de la extensa finca de Nazaret, hacía que el misterio cobrara sentido para nosotros, faltos de aventuras callejeras, de lugares diferentes y de libertades no disfrutadas. En ocasiones, el misterio resultaba una escapada mental importante que había que alimentar, y en aquellos casi 15.340 metros cuadrados de terreno que conformaban lo que antaño fue la antigua propiedad del cardenal despuig en el siglo XVIII, todavía había rincones por descubrir y con los que fantasear.
Uno de ellos se encontraba precisamente en los jardines frente a la dársena de Can Barbará, un lugar emblemático de la historia antigua de Palma y ensalzado en su día por el propio Archiduque Luis Salvador, pero que para nosotros no dejaba de ser un gran espacio cerrado donde daba vueltas nuestra imaginación, encontrándose muy lejos de nosotros la bucólica imagen, hoy rescatada, de aquellos jardines, declarados BIC.
Aunque quizás fuera esa magia histórica que desconocíamos, la que como niños percibíamos de manera natural, y la que nos ayudaba en cierto sentido a soportar nuestro encierro. Porque era en aquel rincón concreto de los jardines del mirador donde acontecían hechos significativos que todavía guardo en mi memoria. Las clases al aire libre que algunos profesores nos daban en el pequeño mirador frente a Can Barbará, donde usaban una pizarra de piedra muy antigua, fabricada en el escalonado de uno de los margers del jardín; las tardes de obligado trabajo de jardinería, donde con las manos desnudas los niños arrancábamos las malas hierbas, cuyas ortigas hacían estragos en nuestra joven piel o las felaciones que el hermano del director, el vicioso don José, hombre alto, corpulento, casi calvo y amargado, realizaba a escondidas, a algunos niños, entre la maleza del jardín; todo ello conformaba también la esencia de los Jardines de Nazareth».
De la obra «Nazaret, una isla dentro de Mallorca». http://www.bubok.es/libros/233072/Nazaret_una_isla_dentro_de_Mallorca
Autor: José J. Méndez, ex-alumno. 1967-1975